Choque entre helicóptero y avión de pasajeros deja 67 muertos en el peor desastre aéreo en EE.UU. en 25 años

ARLINGTON, Va. – Un choque en pleno vuelo entre un helicóptero del Ejército y un avión de American Airlines causó la muerte de las 67 personas a bordo de ambas aeronaves, informaron las autoridades el jueves. La investigación se centra en las acciones del piloto militar y en la reducción de personal en la torre de control, que operaba de manera “anormal” en el momento del accidente, el más mortífero en la aviación estadounidense en casi un cuarto de siglo.

Al menos 28 cuerpos fueron recuperados de las gélidas aguas del río Potomac, después de que el helicóptero aparentemente se cruzara en la trayectoria del avión la noche del miércoles, cuando este se preparaba para aterrizar en el Aeropuerto Nacional Ronald Reagan, ubicado al otro lado del río, cerca de Washington.

Según las autoridades, el avión transportaba 60 pasajeros y cuatro tripulantes, mientras que en el helicóptero viajaban tres soldados.

Un informe de la Administración Federal de Aviación (FAA), obtenido por The Associated Press, reveló que un solo controlador aéreo realizaba funciones que normalmente requieren dos personas en la torre de control en el momento del accidente.

El informe indicó que la configuración de posiciones en la torre de control no era la habitual para la hora del día ni para el volumen de tráfico aéreo en ese momento.

El presidente Donald Trump confirmó en una conferencia de prensa en la Casa Blanca que no hubo sobrevivientes.

“Hemos llegado al punto en el que pasamos de una operación de rescate a una operación de recuperación”, declaró John Donnelly, jefe de bomberos de la capital del país.

El avión fue hallado boca abajo y partido en tres secciones en aguas poco profundas del río Potomac. Los rescatistas rastrearon un área que se extendía hasta el puente Woodrow Wilson, aproximadamente a 3 millas (4.8 kilómetros) al sur del aeropuerto, según Donnelly. Los restos del helicóptero también fueron localizados.

Imágenes del lugar mostraban botes rodeando el ala parcialmente sumergida y los restos destrozados del fuselaje del avión.

El choque representa el peor desastre aéreo en EE.UU. desde 2001.

Las autoridades indicaron que las condiciones meteorológicas eran favorables cuando el avión, procedente de Wichita, Kansas, se acercaba a Reagan National.

“En la aproximación final a Reagan National, el avión colisionó con una aeronave militar en lo que de otro modo habría sido un aterrizaje normal”, explicó Robert Isom, director ejecutivo de American Airlines.

Un alto funcionario de aviación del Ejército afirmó que la tripulación del Black Hawk era muy experimentada y estaba acostumbrada a volar en el congestionado espacio aéreo de Washington.

“Ambos pilotos habían volado por esta ruta específica antes, de noche. No era algo nuevo para ellos”, dijo Jonathan Koziol, jefe de personal de la aviación del Ejército.

Según Koziol, la altitud máxima permitida para el helicóptero en el momento del choque era 200 pies (unos 60 metros) sobre el suelo. Aún no se ha determinado si el helicóptero superó ese límite, pero el secretario de Defensa Pete Hegseth indicó que la altitud parece haber sido un factor en la colisión.

Koziol señaló que los investigadores aún deben analizar los datos de vuelo antes de sacar conclusiones.

“Ambas aeronaves cuentan con grabadoras de datos que nos proporcionarán toda la información cuando las recuperemos, lo que nos permitirá conocer la verdadera causa del accidente”, explicó.

Trump inició la conferencia de prensa con un minuto de silencio en honor a las víctimas, calificando el suceso como una “hora de angustia” para el país.

Sin embargo, pasó la mayor parte del tiempo culpando a la administración del expresidente Joe Biden y a las iniciativas de diversidad en la Administración Federal de Aviación (FAA), afirmando que habían llevado a la reducción de estándares de seguridad.

Sin presentar pruebas, Trump señaló a los controladores aéreos, los pilotos del helicóptero y las políticas demócratas en agencias federales como responsables del desastre. Además, acusó a la FAA de estar “reclutando activamente trabajadores con discapacidades intelectuales graves, problemas psiquiátricos y otras condiciones mentales y físicas bajo una iniciativa de diversidad e inclusión”.

Dentro del Aeropuerto Nacional Reagan, el ambiente era sombrío el jueves, mientras los pasajeros varados esperaban la reanudación de los vuelos, evitando a los equipos de cámaras y mirando por las ventanas de la terminal hacia el río Potomac, donde los esfuerzos de recuperación apenas eran visibles a la distancia.

Aster Andemicael había estado en el aeropuerto desde la noche del miércoles junto a su padre anciano, quien volaba a Indiana para visitar a su familia. Pasó gran parte de la noche pensando en las víctimas y sus seres queridos.

“He estado llorando desde ayer”, dijo, con la voz entrecortada. “Esto es devastador”.

Los vuelos en el aeropuerto se reanudaron alrededor del mediodía.

El secretario de Transporte, Sean Duffy, quien asumió el cargo a principios de semana, afirmó que ya había “indicadores preliminares sobre lo ocurrido”, pero se negó a dar más detalles.

El choque del miércoles es el peor desastre aéreo en EE.UU. desde el 12 de noviembre de 2001, cuando un vuelo de American Airlines se estrelló en una zona residencial de Belle Harbor, Nueva York, poco después de despegar del Aeropuerto Kennedy, causando la muerte de las 260 personas a bordo.

El último accidente fatal de una aerolínea comercial en EE.UU. ocurrió en 2009, cerca de Buffalo, Nueva York. En esa tragedia, murieron todas las personas a bordo de un avión Bombardier DHC-8 y una persona en tierra, elevando el total de víctimas a 50.

A pesar de estos incidentes, los expertos insisten en que viajar en avión sigue siendo extraordinariamente seguro. Según el Consejo Nacional de Seguridad, los estadounidenses tienen una probabilidad de 1 en 93 de morir en un accidente de tránsito, mientras que las muertes en aviones son tan raras que no pueden calcularse con precisión. Los datos del Departamento de Transporte respaldan esta evaluación.

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Los periodistas de The Associated Press Zeke Miller, Meg Kinnard, Chris Megerian y Michael Biesecker en Washington, y Brian Melley en Londres, contribuyeron a este despacho.


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