CABO DE LA VELA – Turbinas eólicas gigantescas se alzan sobre un cementerio sagrado para Zoyla Velasquez y su comunidad indígena wayúu, nativa de la región de La Guajira, en el norte de Colombia.
Esta árida región, azotada por el viento y salpicada de cactus y rebaños de cabras, tiene un inmenso potencial para posicionar a Colombia como líder en energía eólica y solar. Sin embargo, la resistencia de la comunidad Wayuu ha detenido muchos proyectos propuestos por empresas multinacionales y el gobierno. A los wayúu les preocupan los impactos ambientales y culturales, así como la falta de consulta previa en una de las regiones más pobres del país. Ahora, estas empresas también están analizando las perspectivas de parques eólicos en alta mar en la región.
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“Es importante el cementerio para nosotros porque es sagrado para nosotros", resaltó Velasquez, de 64 años, en español, aunque se siente más cómoda hablando en su lengua nativa, el wayuunaiki. Los líderes wayúu afirman que lo que está en peligro no es el cementerio en sí, sino la espiritualidad del territorio. "Traen los huesos de los ancestros aquí... esto es lo importante para nosotros, wayúu”.
La región podría generar aproximadamente 15 gigavatios de energía eólica, según la Unidad de Planeación Minero Energética de Colombia (UPME), lo que podría abastecer hasta un estimado de 37,5 millones de hogares anualmente. Es parte de la transición energética de Colombia, que busca reemplazar los combustibles fósiles por energías renovables al tiempo que apoya a grupos vulnerables como los pueblos indígenas. Los wayúu sostienen que esto no está sucediendo.
Tensiones crecientes
La construcción del parque eólico La Guajira uno —que se cierne sobre el cementerio cerca de Cabo de la Vela— comenzó en 2020 tras una mezcla de procesos legales, respaldo gubernamental, negociaciones polémicas y consultas previas insatisfactorias. Enfrentó una oposición significativa por parte de los wayúu y ha estado produciendo electricidad desde 2022, pero aún no está conectado al sistema interconectado.
“La espiritualidad wayúu es el icono más importante que tiene cualquier clan”, explicó Aníbal Mercado, un “Palabrero” —jefe del consejo regional wayúu. No participó en las consultas debido a su firme oposición. “Si hay una una acción que perturba la paz y la tranquilidad de los muertos, pues está afectando la paz y la tranquilidad espiritual. Y mientras estén allí va a haber la vulneración, la zozobra y la afectación de manera directa”.
Gran parte de la población también conserva formas de vida tradicionales y seminómadas en las “rancherías”, que son chozas con techo de paja, hechas de cactus secos y barro, donde pastorea ganado vacuno y caprino, y muchos están armados. También cuentan con un sistema de gobierno tradicional y leyes basadas en sus prácticas culturales y espirituales.
Los críticos advierten que la presión del gobierno para acelerar la aprobación de otros proyectos podría aumentar las tensiones.
"(La Guajira) ha sido muy apetecida por parte de esas empresas”, dijo a The Associated Press Samuel Lanao, director de Corpoguajira, la autoridad ambiental de La Guajira, en Riohacha, la capital de la región. “Al entrar una empresa extranjera o un personal extranjero a esos territorios con la intención de explotar las energías renovables, siempre va a haber un choque”.
El gobierno de Colombia se ha comprometido a respetar los derechos indígenas a través de marcos legales como la Constitución de 1991, que reconoce la autonomía indígena, y acuerdos internacionales que garantizan su derecho a la consulta previa y a la participación en las decisiones que los afectan. El Acuerdo de Paz de 2016 también abordó los derechos de las comunidades indígenas, la restitución de tierras y la participación en procesos políticos.
Los problemas sociales han comenzado a asustar a las empresas, con 57 proyectos planificados estancados, según Indepaz, una organización de desarrollo con sede en Bogotá que realiza una amplia investigación sobre el tema. Si bien algunos proyectos son colombianos, la mayoría involucra empresas internacionales de Brasil, Europa, Estados Unidos y Canadá.
“Es evidente que hay preocupación”, indicó Lanao. "Y es tanto que ha habido un freno en el avance de estos proyectos de transición energética precisamente por ese conflicto, esas diferencias que han tenido las empresas con las comunidades”.
El Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible no respondió a las solicitudes de comentarios hechas por la AP.
¿Un sustituto del carbón?
La región alberga Cerrejón, una de las minas de carbón a cielo abierto más grandes del mundo y un lugar importante en el sector minero de Latinoamérica, que ha estado en operación desde 1985. Al yacimiento sólo le quedan nueve años de vida útil, y su cierre, sin planes alternativos, asestará un golpe considerable a la economía de la región.
“Se imaginarán lo que significa para nosotros esa esa transición energética”, agregó Lanao. “Y este renglón de las energías renovables viene a suplir lo que hoy significa para el departamento de La Guajira los ingresos por concepto de regalías, compensaciones que nos da la explotación carbonífera”.
El desarrollo de proyectos eólicos en la Guajira es clave para garantizar un suministro confiable de electricidad en Colombia, de acuerdo con Margarita Nieves, fundadora de la Red Colombiana de Investigadores en Eólica Marina y oriunda de La Guajira.
Nieves agregó que para La Guajira representa una oportunidad de contar con una nueva industria que generará empleo, la posicionará como un centro de producción de bienes y servicios para el sector eólico y contribuirá a satisfacer la demanda eléctrica de sus habitantes.
Pero el problema también está causando fricciones internas dentro de la comunidad wayúu, que se derivan de diferentes puntos de vista sobre los beneficios económicos, y algunos apoyan el desarrollo con fines de lucro.
La AP habló con varias familias wayúu que viven cerca de turbinas eólicas y que no se oponen a las empresas que operan allí, pues han recibido asistencia financiera y vivienda.
Otros no están convencidos.
“Existe un adagio popular nuestro que dice que el que nunca ha tenido gallina, cuando las tiene el estiércol le parece huevo”, dijo Mercado, el Palabrero, cuando se le preguntó sobre aquellos en la comunidad que aceptan ayuda de las empresas, que es mucho menos de lo que él consideraría una compensación justa. “Entonces hay muchas comunidades que nunca han tenido nada. Han visto plata y por cualquier pesito que se les asome ahora que les estén mostrando, entonces ya les parece la panacea y les parece la riqueza más grande del mundo”.
También se rechazan nuevos planes offshore
Actualmente las empresas están realizando estudios para parques eólicos marinos, lo que también enfurece a los wayúu, especialmente a los pescadores tradicionales, conocidos como apaalanchi.
Lanao, de la autoridad ambiental, afirma que el hecho de que el proyecto se encuentre en el mar no significa que las comunidades no tengan influencia.
Los apaalanchi utilizan técnicas de pesca tradicionales, con redes, anzuelos y, en ocasiones, pesca submarina. No es sólo un medio de sustento sino además una actividad culturalmente importante que, dicen, los une a sus antepasados y a la tierra.
“Vemos con gran preocupación el tema del offshore”, declaró el pescador Aarón Laguna Ipuana, de 57 años, durante un viaje de pesca temprano en la mañana en Cabo de la Vela con su tripulación. "El mar para nosotros lo es todo. Nos da el sustento”.
Mercado señaló que el gobierno necesita hacer más para garantizar que el pueblo wayuu participe.
“Nos preocupa de que estos proyectos sigan bendecidos y que el gobierno les esté dando línea de apertura, sin ni siquiera venir a decir qué va a pasar y qué es el interés del pueblo wayúu”, subrayó Mercado. “Aquí el wayúu defiende su territorio con sangre y y muerte”.
En el cementerio, Velásquez, vestida con una túnica y un pañuelo tradicional wayúu, acaricia y observa suavemente las tumbas junto a su hermana y su joven sobrina. Al fondo, las aspas de la turbina siguen girando.
“Se usan de nobleza de uno wayúu, las empresas”, dijo Velázquez. “Que hagan algo bueno... Que lo hagan para nosotros como queremos”.
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Este despacho forma parte de una serie que explora la manera en que las tribus y comunidades indígenas están lidiando y combatiendo el cambio climático.
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