MONTEVIDEO – Algunas han vivido por más de 100 años, pero ahora están sucumbiendo ante un pequeño aunque letal predador.
Las palmeras de Uruguay lidian una contienda contra el picudo rojo, un insecto importado del Sudeste Asiático que empezó a devorarlas hasta matarlas en 2022 y que las autoridades no tomaron en serio como amenaza hasta ahora que está cambiando el paisaje del país.
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Desde la capital Montevideo hasta el ostentoso balneario de Punta del Este, pasando por carreteras y orillas del río de la Plata, las antes suntuosas palmeras —declaradas patrimonio natural del país y parte de lo que los uruguayos consideran su identidad— ahora se ven caídas, moribundas, deprimidas.
“Es una lástima que perdamos nuestras palmeras, que son históricas en Uruguay y una parte de nosotros”, dijo a The Associated Press Rafael dos Santos mientras paseaba su perro en Parque Rodó, el más turístico de Montevideo.
Nadie sabe cómo este escarabajo, de color rojizo y no más de 5 centímetros, llegó a Uruguay, pero todos son conscientes de la amenaza que representa.
Al principio, la presencia de esta plaga estuvo concentrada en el departamento de Canelones, colindante a Montevideo, donde mató a más de 2.000 ejemplares en las primeras semanas en un tramo de 10 kilómetros, según la Intendencia local. Hoy está presente en la capital, pero también en Maldonado, Florida, Flores, San José, Colonia y Lavalleja. Es decir, en 8 de los 19 departamentos del país.
Por donde pasa el picudo rojo deja un rastro de destrucción: devora desde dentro las plantas, destruyendo su tejido interno y provocando la muerte en pocas semanas.
El gobierno declaró en mayo que su combate es una “prioridad a nivel nacional” y que “dará pelea al picudo rojo”, dijo el ministro de Ambiente, Edgardo Ortuño, en una rueda de prensa.
Una de las mayores preocupaciones que une ciudadanos, expertos y autoridades es que siga ganando terreno y alcance a los Palmares de Rocha, un rico ecosistema hogar de decenas de miles de palmeras de butiá, autóctonas de Uruguay y distribuidas por 70.000 hectáreas.
Estos palmares, a unos 300 kilómetros de Montevideo, forman parte de la Reserva de Biósfera Bañados del Este declarada por la UNESCO y se extienden hacia el límite con Brasil. La llegada de la plaga supondría un riesgo no sólo para ese paraje, sino también una inminente migración al país vecino.
El picudo está hoy presente en más de 60 países pero, dentro del continente sudamericano, sólo en Uruguay.
“Es una plaga invisible, demasiado agresiva y muy rápida”, sintetizó a AP Gerardo Grinvald, director de la empresa de manejo de plagas Equitec que opera en la capital uruguaya y ha atendido el llamado tanto de las autoridades como ofrecido capacitación a otras pequeñas empresas para lidiar con el problema.
Sólo en Montevideo, hay cerca de 5.000 palmeras en lugares públicos, aunque en los espacios privados esta cifra sube a 19.000, lo que se traduce en que más del 70% de las palmeras están propiedades particulares.
De ese total, cerca de la mitad se vio afectada por el picudo rojo, explicó Grinvald, al citar estudios realizados a través de imágenes de satélites.
El arborista Maximiliano Arebalo, de 33 años, siempre ha ejercido como jardinero pero desde 2020 trabaja también en la tala de palmeras. Con la detección del picudo rojo, pasó a dedicarse exclusivamente al combate del insecto, podando las plantas que no pueden salvarse.
Cada semana, entre seis y ocho ejemplares son cortados, en un procedimiento que puede costar hasta 3.000 dólares. Sin embargo, como la gran mayoría de las palmeras está en áreas privadas, “mucha gente no lo puede pagar y opta por dejarlas ahí”, lo que favorece su propagación.
“El Estado no aporta ninguna ayuda a los terrenos privados”, dijo. “Cada vez está peor, ya se escapa de las manos”.
No fue hasta el pasado marzo que el gobierno uruguayo montó un grupo de trabajo para hacer frente al picudo rojo, una medida que las mismas autoridades reconocen como tardía.
“Estamos proponiendo una hoja de ruta común, que es lo que le ha faltado a este tema hasta el momento”, reconoció la directora nacional de Biodiversidad del Ministerio de Ambiente, Estela Delgado, en una rueda de prensa a finales de junio. “Estamos tarde en atender esta coordinación, pero la estamos haciendo con mucho compromiso y seriedad”.
Si bien el pequeño escarabajo se decanta por las palmeras canarias —utilizadas de forma ornamental— también ataca otras especies como la datilera, de importante valor económico ya que produce frutos dulces y comestibles.
Incluso han encontrado algunos casos en especies autóctonas, como la Butia y Pindo, por lo que el picudo rojo supone una “amenaza importante para las palmas patrimoniales y nativas", señaló el informe “Gestionar la Invasión del Picudo Rojo de las Palmeras, Rhynchophorus ferrugineus (Coleoptera: Curculionidae) en Uruguay”, de la Universidad de California y entregado a las autoridades uruguayas a inicios del año.
La Intendencia de Montevideo espera poder salvar al menos 844 palmeras del Parque Rodó en los próximos meses con un programa de tratamiento de plagas —en asociación con Equitec— para el que desembolsará 70.000 dólares.
Por su parte, en Maldonado, donde se encuentra la turística y ostentosa Punta del Este, el gobierno regional ha destinado 625.000 dólares en un esfuerzo por conservar las imponentes palmeras que adornan las orillas del destino playero.
Pero el control del picudo rojo no es fácil, ya que no hay signos visibles del daño que produce en las primeras etapas de la infestación y las señales sólo son evidentes en etapas tardías. A eso se suma el alto costo de su tratamiento y que hay pocas empresas con la maquinaria necesaria para combatir una plaga que avanzó silenciosamente por tres años.
“No se actuó adecuadamente a tiempo; hay un montón de palmeras que están infectadas evidentemente y no las cortan”, lamentó a AP Silvia Navarro, residente de Parque Rodó. “El bicho va a seguir propagándose”.